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PARAR??? NO TENGO TIEMPO!!!


Esta mañana salí a caminar a las 8:30 am. Es un lunes y supuestamente hay que estar produciendo, concretando ideas, trabajando, generando plata, no caminando porque si, en las perfectas calles de Weston.


Hace 2 meses me puse una meta, tengo un proyecto que debo realizar y llevar al éxito en 2 años, y llevo procrastinando hace ya más de un mes…

Me siento en mi silla, observo mi computador, reviso la infinidad de información que tengo para clasificar y organizar para mi proyecto y en lugar de enfocarme, busco un millón de cosas diferentes que hacer. ¿Al final del día en que va mi proyecto? En nada. Bueno, en realidad no en nada, en poco, podría decirse.


En diciembre del 2017 renuncié al trabajo que tenía dando un preaviso de 3 meses. En resumidas cuentas, estoy sin trabajo desde abril. Mi vida dio un giro grande y está en transición absoluta. Pasar de marcar tarjeta y trabajar a veces más de 11 horas diarias, a tener todo el tiempo del mundo libre, se siente extraño. Es como una papa caliente, no sabe uno que hacer con él.


La autodisciplina que hay que tener no es poca y me veo a mi misma, viviendo mis días letárgicamente, a paso lento, sin afán, sin rumbo. Me veo disfrutando, no teniendo que levantarme a hacer ejercicio a las 6:00 am porque o sino a qué horas? Disfrutando de estar en mi casa, con mis hijos, cocinando saludablemente, caminando 2 o 3 horas por día. Disfrutando de poder tener el tiempo para escuchar los audio-libros que nutren mi proyecto, de poder ayudarle a Alan con sus apartamentos, disfrutando el tener el tiempo para finalmente escribir en mi blog, para diseñar mis posts para redes sociales, en fin, disfrutando de poder hacer “nada” , de estar haciendo cosas “sin importancia”

Sin embargo, a pesar de disfrutarlo profundamente, cuando esa vocecita interna me habla más duro de lo normal, me siento terriblemente perezosa y culpable.


A veces me critico a mí misma por este paso, por esta velocidad de vida que estoy llevando en este momento. Me critico por mi falta de disciplina, por mi falta de ganas, por no levantarme de la cama a las 7:00 am, por querer dormir más de la cuenta, por quererme sentar con Daniel a ver alguna de nuestras series y ver capitulo tras capítulo sin parar, por ser la mamá taxi que lleva y recoge a Camilo al trabajo, cuando sé que perfectamente él podría hacerlo solo, por ser la que dobla la ropa, lava los platos y cocina para que Daniel no coma basura en el colegio. Muchos días me siento culpable, pero no hoy…


Algo pasó en mi esta mañana mientras hacía mi caminata. Me sentí profundamente agradecida. Agradecida de no tener que trabajar a marchas forzadas, de poder caminar por Weston en su infinita tranquilidad que resuena con mi estado interior, agradecí el poder escuchar mis audio-libros mientras camino y tener la posibilidad de entender en un idioma que no es mío, toda esta cantidad de información que he adquirido y que me ha llevado a perfeccionar y nutrir EMPELICULADOS y que es esencial para mi nuevo proyecto.


Me sentí tan agradecida por la brisa suave, por los cielos de la Florida que son amplios y multicolores. Me sentía agradecida por mi cuerpo, por mis pies que me llevan a todas partes, por mi caminar grácil y descomplicado… Pasé por el lado del colegio de mis hijos, y agradecí que ellos pueden ir caminando todas las mañanas, como siempre los soñamos. Agradecí no tener un horario, tener la posibilidad de “perder” el tiempo admirando los árboles, las nubes amenazantes de esta temporada de lluvias, el cantar de los pájaros, el verde prefecto de los árboles. Agradecí el poder disfrutar del paisaje de lagos en mi recorrido, las calles limpias, el tráfico leve y ser testigo de la lentitud, de la vida simple, del simple paso de la vida… Y al llegar a la casa, agradecí la casita hermosa donde vivo, decorada exactamente como siempre la soñé, el lugar donde mis hijos se sientes orgullosos de llevar a sus amigos y donde siempre quieren volver…


Hoy, desde el lugar más profundo de mi ser, agradecí la oportunidad de poder vivir en cámara lenta estos días, agradecí, poder darme un descanso en este momento de transición, de poder tomarme un tiempo para coger fuerzas, para recuperar las ganas, para disfrutar lo simple y cotidiano que se pierde en el acelere de los días. Me sentí bendecida, de poder tomar mis propias decisiones, de poder manejar mi tiempo, de poder hacer, literalmente lo que se me da la gana. Y la verdad, hoy, no sentí culpa alguna…


Hoy he estado preguntándome, cual es realmente el sentido de la vida. Es el sentido de la vida ahogarme en horarios y compromisos en búsqueda de los tangibles e intangibles que me vende la sociedad? ¿Es tener más, el secreto de la felicidad?

Muchas personas podrán pensar que no tengo ambiciones, que no tengo visión y no tengo aspiraciones a futuro…Sin embargo no es leso o que he aprendido de esta experiencia. Hay un gran aprendizaje en todo esto, he estado ejercitando mi habilidad de deleitarme con las cosas simples, de poder hacer una pausa y disfrutar de la grandeza de lo cotidiano y extasiarme ante lo inesperado. He entendido que yo puedo crear la instancias para estar más frecuentemente en el aquí y ahora. ¿Si de eso no se trata la vida, entonces de que se trata?


Este tiempo y la reflexión que ha venido con él me hacen concluir, que las pausas en la vida, en vez de retrasar procesos, los aceleran, porque nos dan el espacio para soñar y ver el panorama desde todas las perspectivas. Las pausas, nos re-conectan con quien realmente somos, con el ser simple pero transcendental que encarnamos. Una pausa en el camino nos ayuda a re-enfocarnos, a ver con claridad, a observar todo desde arriba, a cambiar el observador, nos ayuda a recordar a que vinimos y cuál es el propósito de esta maravillosa oportunidad de habitar este planeta…


Si sientes que necesitas un tiempo para ti, no dudes en dártelo, honestamente puedo decirte que es el mejor y más valioso regalo que puedes hacerte. ¡No te lo niegues!


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